
La Lógica de la Fe
“Fe no es cerrar los ojos: es abrirlos a una verdad más grande que aún no se ve.”
Hace unas semanas, sin saber muy bien cómo llegamos ahí, terminé hablando con una buena amiga sobre la lógica de la fe. No recuerdo exactamente cómo empezó, pero sí recuerdo la sensación: ese momento en que, sin darte cuenta, estás compartiendo algo que llevas por dentro desde hace mucho.
Le decía que, para mí, la fe es lógica. No ha sido una emoción repentina ni un acto de obediencia ciega. Ha sido un proceso, una construcción. La fe que tengo hoy no nació de un salto al vacío, sino de muchas preguntas, conversaciones con Dios (y con personas), lágrimas… y también experiencias buenas que le dieron sentido.
Aunque no siga el método científico tradicional, la fe no carece de orden. Tiene una coherencia interna, profundamente humana e inteligente, en la que se revela un Dios que invita, razona y se deja conocer. Un Dios que nos habla en términos comprensibles y nos permite caminar con Él desde nuestras preguntas más profundas.
Al terminar esa conversación, cada una quedó con sus ideas. Fue como si la charla no terminara, sino que se suspendiera en el aire, esperando nuevas preguntas. Yo me quedé dándole vueltas al tema, y me pregunté: ¿es posible explicar mejor lo que siento? ¿Puede la fe ser lógica?
¿Fe vs. razón? El falso dilema
Durante mucho tiempo, especialmente en ambientes académicos, se ha planteado que la fe y la razón están en conflicto. Como si creer fuera una señal de poca inteligencia o como si la espiritualidad debiera mantenerse en secreto. Pero esto es un mito.
La fe cristiana no rechaza la razón; la invita a participar. En Isaías 1:18, Dios dice: “Venid luego, y estemos a cuenta”. Es decir, razonar con Dios no es una ofensa, es una invitación al diálogo. Él no exige una aceptación sin pensamiento, sino una fe que involucre tanto la mente como el corazón. Esta idea rompe por completo con el concepto de una fe ciega o automática.
Una fe que cuestiona y crece
Pero si soy honesta, no siempre lo vi así. Hubo momentos en que simplemente creí sin cuestionar, por costumbre. Sin embargo, llegar a la fe que tengo hoy implicó dudar, explorar, romper esquemas y empezar de nuevo. Descubrí que la fe no se trata de repetir lo aprendido, sino de entenderlo, hacerlo propio y darle sentido.
No quiero una fe impuesta, ni una heredada sin reflexión. Quiero una fe honesta, coherente con lo que veo, vivo y experimento. Como dice 2 Pedro 1:16, no se trata de seguir “fábulas artificiosas”, sino de tener una fe razonada, fundamentada y viva.
El proceso de la fe: confianza y experiencia
Creer sin ver no es fácil, y la Biblia lo reconoce. En Marcos 9:24, un padre le dice a Jesús: “Yo creo; ¡ayuda mi incredulidad!”. Esa frase me toca porque resume el camino de muchos de nosotros: queremos creer, pero necesitamos ayuda para confiar.
La fe se construye con el tiempo, como un músculo que se fortalece con experiencias, dudas y también certezas. Es una caminata con propósito. No siempre avanzamos, pero incluso en los retrocesos, crecemos. Y ahí entra la lógica: la RAE la define como “el modo sensato y de sentido común de actuar”. La fe viva necesita precisamente eso: una lógica interior que una la mente con el corazón.
Eso sí, no toda fe es lógica. Hay creencias sostenidas más por el miedo o la tradición que por la verdad. Pero la fe verdadera —la que transforma— tiene una coherencia propia: la del amor, la esperanza y el propósito.
Una razón que cree, una fe que piensa
📖 “La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios.” — Romanos 10:17
La Palabra alimenta nuestra fe, pero también activa la razón. Como dijo el Dr. Humberto M. Rasi:
“He decidido concederle la prioridad a la fe en mi vida intelectual, aceptando dos afirmaciones clásicas: Fides quaerens intellectum (La fe desea entender) y Credo ut intelligam (Creo para poder entender).”
Fe y lógica no están en extremos opuestos. De hecho, la lógica puede vivir sin fe —hay personas que toman decisiones muy coherentes sin creer en Dios—, pero una fe viva necesita cierta lógica. No lógica en el sentido meramente racional, sino lógica del alma. Una coherencia del corazón. Una disposición interna a cambiar cuando es necesario, a confiar, amar y esperar con sentido.
Testigos con razones
📖 “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia.” — 1 Pedro 3:15
Dios no impone la fe. Él argumenta, invita, explica. Jesús enseñó usando parábolas llenas de lógica espiritual y conversaciones profundas. Nos creó con la capacidad de pensar y espera que usemos esa capacidad para acercarnos a Él.
La fe no es la negación del pensamiento lógico, sino su expresión más elevada cuando está guiada por la verdad. Por eso, los que creemos estamos llamados no solo a experimentar a Dios, sino también a dar razones de nuestra fe. Con humildad, con amor y con sentido.